Mucho se ha escrito en los últimos años sobre la relación familia-escuela. Parece que con la pandemia todo lo escrito sobre el tema se ha convertido en papel mojado.
Los “expertos”, los “comités-técnicos”, y “las autoridades” avaladas siempre por los medios de comunicación, impiden escuchar las voces de las familias.
Hoy es más importante que nunca recordar que la familia es la principal responsable de la educación de los hijos, y el Estado, un colaborador subsidiario en nuestro trabajo. Esto no puede cambiar en tiempos de pandemia.
Son muchos los temas que, en estos momentos, hay grupos de familias dialogando en profundidad:
- La importancia de asegurar la presencialidad de calidad, sin protocolos que conviertan a niños de una misma clase en “contactos estrechos”, que conllevan confinamientos masivos, cuando está demostrado tanto que las aulas son espacios seguros, como que los confinamientos son altamente perjudiciales para la salud física, mental y socioemocional de la infancia y para el seguimiento académico de los alumnos, no es lo mismo la clase online que la presencial
- La necesidad de unos protocolos que permitan a la infancia moverse, jugar y relacionarse plenamente y “sin miedo”.
- La obligatoriedad del uso de la mascarilla desde tempranas edades, especialmente en espacios abiertos, sin considerar ni las respuestas que otros países europeos están aportando, ni los perjuicios que conlleva esta medida, cuando los pulmones de los niños se están formando y necesitan el doble de oxígeno que los adultos. .
Pero esos diálogos no son escuchados, ni valorados, ni tenidos en cuenta. No tienen ni su espacio ni su lugar. Y así, con el paso de los meses, y el avance de la pandemia y sus distintas “olas” se va erosionando el derecho, y el deber, a la participación activa, consciente y responsable de las familias en la educación de sus hijos.
Los patios de los colegios cerrados, son un símbolo de cómo se pierden posibilidades de diálogo y encuentro.
Y es que más allá de las reivindicaciones concretas, surge con fuerza la preocupación por la “salud” de la democracia y la pérdida de participación y protagonismo social en nuestro país.
La gestión de la pandemia no puede suponer más problemas de los que resuelve. Hay que tomar medidas, pero no generar miedo. Habrá que minimizar los contactos sociales, pero sin generar aislamiento social, ni debilitar más a una sociedad ya bastante debilitada.
Además de una buena “salud física”, necesitamos revitalizar la maltrecha salud social y democrática. En una sociedad y una escuela viva, como la que queremos, el diálogo, la información y el debate fluyen. Es esencial que Educación escuche a las familias, y que las apymas y sus federaciones informen a los padres y madres sobre los diálogos que se están teniendo.
Para empezar a poner esto en práctica, queremos que el Departamento de Educación nos escuche en un punto, en el que coincidimos miles de familias, apymas, y las distintas federaciones de apymas de Navarra: el cese de los confinamientos masivos en primaria, que se demuestran cada día innecesarios e injustos.
Sabemos que los datos epidemiológicos generales no son buenos, pero también sabemos que la escuela no está siendo lugar de transmisión. La infancia, especialmente la infancia en dificultades, ha pagado demasiado caro el precio de esta pandemia, por eso exigimos que el Departamento de Educación respete y proteja el derecho a la educación presencial, y para ello cambie el protocolo que conlleva confinamientos en bloque.
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