La pandemia ha deteriorado gravemente su salud mental y duplicado las urgencias psiquiátricas.
El suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte en los jóvenes españoles, algo que nunca había pasado en la historia desde que se dispone de estadísticas. En 2019 se quitaron la vida 309 personas de edades comprendidas entre los 15 y 29 años, una cifra que se sitúa ligeramente por delante de los accidentes de tráfico, que sumaron 307 defunciones, según datos de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio. El presidente de esta organización, Andoni Anseán, se muestra cauto a la hora de evaluar los números y asegura que el fenómeno obedece en parte a la paulatina reducción de los fallecimientos por siniestros de circulación, que han bajado un 40% desde 2010, mientras que los suicidios han crecido un 30% en el mismo periodo.
La tercera causa de mortalidad, el cáncer, se ha desplomado también un 33% en una década. «Estos datos hay que cogerlos con pinzas. Hay que ver lo que pasa en el año 2020, en el que seguramente se registre una disminución a causa del confinamiento, dado que en casa los intentos suicidio son mucho menores. La existencia de gente es el mayor factor de protección. Lo que no sabemos es si después, en 2021, afloró de nuevo, porque todavía no existen cifras», apunta Anseán.
Es cierto que por ahora no se tienen números oficiales, pero la percepción entre los jefes de servicio de psiquiatría de los hospitales es que durante los últimos meses las urgencias en este campo se han disparado. De acuerdo con la Asociación Española de Pediatría (AEP), este tipo de atención en menores se ha duplicado desde el inicio de la pandemia, lo que se ha traducido en un agravamiento de los trastornos de conducta alimentaria y un aumento de los casos de ansiedad, alteraciones obsesivo-compulsivas, depresión, autolesiones e intentos de suicido en adolescentes.
La Sociedad de Psiquiatría Infantil (SPI) de la organización de pediatras argumenta que la avalancha de noticias negativas, unida a los ritmos irregulares del sueño, menoscaba la salud mental de los menores. ¿Qué está ocurriendo para que se produzca este deterioro de la salud mental a edades tan tempranas? La creciente incertidumbre económica, la falta de expectativas y el desempleo rampante abonan el terreno de la precariedad. En esta tesitura, la emancipación se antoja imposible.
Para Anseán, el perfil de los pacientes ingresados en centros sanitarios ha cambiado. Si antes predominaban los internamientos de mujeres que intentaban suicidarse mediante la ingesta de medicamentos, ahora abundan personas más jóvenes que utilizan métodos bastante drásticos para desaparecer del mapa. «Ahora se están viendo muchos casos de menores». Uno de los pocos estudios que da fe de esta de esta subida de tentativas suicidas y autolesiones es el coordinado por la jefa del área de Salud Mental del Hospital Sant Joan de Déu de Espluges de Llobregat (Barcelona), Montse Dolz, quien ha constado un crecimiento de los intentos, especialmente de adolescentes, en su centro. Según el trabajo, este tipo de empeños se elevó a un 27% en el primer trimestre de 2021.
Navegar por internet
Al principio, el confinamiento tenía incluso su aliciente. Para los niños era grato no ir al colegio o pasar más tiempo con sus padres. Al mismo tiempo, los adolescentes se sentían a sus anchas para poder pasar más horas navegando por internet sin restricciones. Pero al final el aislamiento se ha cobrado su peaje. «Pronto comenzaron a aparecer problemas como apatía, inquietud, aburrimiento, dificultades de concentración, insomnio o miedos excesivos», relata la presidenta de la SPI, Azucena Díez.
El psicólogo Luis Fernando López, responsable del proyecto ISNISS, lleva advirtiendo desde 2017 de que los adolescentes utilizan las redes sociales como foro para difundir y enseñar formas de autolesión. «No todas las autolesiones son intentos suicidas, pero algunas pueden llevar a la muerte de forma no deliberada. Los jóvenes hacen de la autolesión, la enfermedad mental y el sufrimiento emocional una seña de identidad», explica López. Así, las redes brindan un sentimiento de compañía y reconocimiento, pero a la postre «retroalimentan estas prácticas insalubres. Son su ventana al mundo».
Si el problema es grave, las soluciones escasean. En España hay seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, una tasa muy inferior a la de los 18 de la UE. En cuanto a psiquiatras, hay 9,69 especialistas por 100.000, lo que coloca al país por detrás de Polonia, Finlandia y Bélgica, con 24, 23, y 20, respectivamente.
Fuente: elcorreo.com
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