El trato a los niños durante la pandemia ha sido devastador y nadie se da cuenta

David Brunat

Los ingresos por enfermedad mental infantil se han cuadruplicado en algunos hospitales de referencia. Justo cuando los adultos empiezan a relajarse, los menores sacan todo el estrés.

Hay pediatras que califican el trato a los menores de edad lo peor que ha hecho España en esta pandemia después de la gestión de las residencias de ancianos. En concreto, tildan de devastador el encierro a cal y canto de los primeros dos meses, algo único en Europa. Otros especialistas rebajan la gravedad, pero coinciden en que los niños y adolescentes han sufrido mucho más de lo que imaginamos.

Lo peor es que lo siguen haciendo. Las unidades pediátricas de hospitales de referencia como La Paz en Madrid, la Vall d’Hebrón en Barcelona o La Fe en Valencia han triplicado y hasta cuadruplicado el número de menores ingresados por patología psiquiátrica. Justo cuando la sociedad empieza a relajarse gracias a las vacunas, los hospitales y consultas psiquiátricas se llenan de niños y adolescentes incapaces de procesar lo que han vivido este año y medio.

“Se ha producido una ola de salud mental posterior a todas las olas infecciosas de covid-19. Empezó en otoño, pero en los últimos cuatro o cinco meses se ha disparado, cuadriplicando, incluso, los ingresos de menores de 15 años en los hospitales”, explica Gemma Ochando, pediatra especialista en psiquiatría infantil del hospital La Fe de Valencia y miembro de Asociación Española de Pediatría (AEP). “Estos chavales han pasado situaciones primero de incertidumbre, comenzando por el confinamiento duro que al principio fue un alivio por no ir al cole, pero luego se hizo muy largo, y luego por el inicio de un curso en el que los adolescentes iban a clase unos días sí y otros no, con situaciones familiares muy complejas en muchos casos, con padres que pierden sus puestos de trabajo. Cuando baja el grado de estrés es cuando suelen aparecer los síntomas. Por eso hay tantos casos ahora”.

Los hospitales se han llenado de menores que han intentado suicidarse, que presentan cuadros agudos de anorexia y bulimia, ansiedad extrema que provoca cefaleas, dolor abdominal y vómitos, trastornos obsesivo-compulsivos, como el miedo a contagiarse o el miedo a los espacios abiertos.

¿Todo esto se debe al covid? Hay opiniones encontradas. Como la del Javier Urra, psicólogo especializado en adolescencia y ex Defensor del Menor: “los problemas han aumentado, por supuesto. Mucho en trastorno obsesivo-compulsivo, muchísimo en ludopatía en juegos tecnológicos, algo de depresión y fobias. Pero el origen viene de antes de la pandemia. Los niños en el confinamiento sufrieron muy poco, porque los niños no se angustian por el pasado ni por el futuro, viven el día a día y tuvieron a sus padres cerca. Y los adolescentes no lo vivieron mal, porque a ellos les gusta salir con sus amigos, y si saben que sus amigos también están en sus casas, se comunican a través de la tecnología y no les genera tanto problema. Hablamos de entornos familiares normales, en los que no hay violencia o problemas graves”.

Un riesgo a futuro

Más allá de si la pandemia es el origen o solamente aceleró los problemas mentales de los menores, hay un hecho preocupante: las secuelas que puede dejar este año y medio de horror en la vida adulta de los niños y adolescentes. Según un estudio del doctor Javier Urra para la Fundación Merck, un 50% de las enfermedades mentales de los adultos tienen su origen en la niñez, y hasta el 70% se generan antes de cumplir 18 años.

“Tenemos que poner el foco ahí, porque la atención primaria infantil está saturada y solo se atienden los casos más graves. La detección temprana en niños y adolescentes es fundamental, es un tren que pasa una vez. Es mejor tratar los síntomas al inicio, y posiblemente se solucione, a esperar a que aparezca todo el cuadro”, subraya la doctora Ochando. Y lanza un consejo a los padres: “muchos niños no estaban preparados para estos niveles de estrés y las familias tienen que estar muy atentas. Si ven a su hijo apático, más encerrado en su habitación, que no quiere salir a jugar a la calle o hacer el deporte que antes hacía, que ha bajado el rendimiento académico, son síntomas que deben llevarnos a hablar con ellos desde la empatía y buscar ayuda”.

Manuel Fernández, director del Centro de Neurología Pediátrica de Sevilla, es tajante: “La gestión de la pandemia en cuanto a los niños ha sido un desastre social, educativo y sanitario. Los niños han pasado de ser al principio los apestados del covid porque supuestamente eran supercontagiadores, a los que había que aislar sin ir al colegio, a, de pronto, no ser peligrosos, y por lo tanto ser olvidados por todos. Nadie se ha preocupado por ellos. Ni tenían pediatra, ni tenían clases en condiciones, ni tampoco podían hacer vida normal”.

“Es cierto que la pandemia no ha generado trastornos graves a niños que antes no los tenían, pero el que tenía un problema lo ha pasado mucho peor”, prosigue Fernández. “Nadie se plantea tener una residencia de ancianos sin aire acondicionado en verano o sin calefacción en invierno, pero miles de niños han pasado el curso con las ventanas abiertas y con el abrigo y guantes en la clase, o a partir de mayo sudando como cochinos sobre todo en el sur de España. Muchos niños de 12 y 13 años se han quedado solos en casa en sus clases ‘online’ y se han enganchado a los juegos y a la tecnología. Son repercusiones en las que como sociedad nadie tiene en cuenta”.

Según Ochando, “cuando vimos que los niños no se contagiaban, y muchos eran asintomáticos, confiamos en que iban a estar bien y no previmos que esas consecuencias emocionales iban a afectarles más que a los adultos. Muchos niños han vivido de cerca la muerte de familiares, y hay un momento entre los 10 y los 12 años en que son muy vulnerables, tienen mucho miedo a la muerte y les genera angustia”.

Nos ha explotado encima

“Aquí hay un problema infanto-juvenil de fondo que no se había abordado y ha estallado con la pandemia”, indica Urra. “Se tiene la idea utópica de sublimar la infancia como si fuera Disney o un parque temático, pero los niños sufren, se suicidan y se deprimen, otra cosa es que no se diagnostiquen. Esto viene de hace años y el confinamiento y la pandemia lo han agravado, pero no es la causa del repunte. Calculamos un 20% más de casos, que sí es significativo pero no alarmante. Más que la pandemia en sí, lo que está haciendo daño a los niños es el sufrimiento de los adultos, vivir en un entorno de fracaso económico y relaciones en el hogar mal llevadas. También ha habido mucha ternura y comprensión, por supuesto”.

Urra expone un caso espeluznante de un joven veinteañero vivido recientemente en su centro: “se pasaba 24 horas frente a la pantalla pidiendo pizza y Red Bull porque eso le hacía olvidar la realidad. Su madre está muy enferma de cáncer y me decía, tan tranquilamente, que cuando su madre muera él se suicidará. Son problemas que ya teníamos, pero todo se ha agravado”. El suicidio es la segunda causa de muerte de personas entre 15 y 29 años en España, y sin embargo España es el único país de la Unión Europea que todavía no reconoce la psicología infanto-juvenil como disciplina.

La buena noticia es que llega el verano y esto puede romper el bloqueo mental de muchos menores con ansiedad y otros problemas. Lo explica la doctora Ochando: “El verano es un buen momento para sanar esos trastornos. Si los padres ofrecen tiempo de ocio al aire libre, los chavales lo cogen muy bien, salen de sus rutinas y aparcan las pantallas”.

Fuente: elconfidencial.com

Impactos: 86